En los albores de esta década que está a punto de finalizar hubo un equipo que llegó a revolucionar el panorama de la liga pese a que no consiguió nunca grandes resultados. De vida corta pero fértil en lo que a espectáculo se refiere, los Clippers de la temporada 2000/01 amenazaron al establishment existente en la NBA a base juventud y juego trepidante aderezado con dejes de streetball. Probalbemtne, nunca un equipo tuvo tanta repercusión siendo, realmente, tan poco.
Talento y chulería sobre el parqué. Todo muy natural, lejos de los artificios que algunos jugadores quieren imprimir a su juego -pobre en muchos casos- para tratar de acercarse al público. Aquellos Clippers, que Montes rebautizó con el acertado mote de Al salir de clase por la juventud de sus piezas más importantes, dejaron huella entre los aficionados y, aunque se les recuerda como el germen de los mejores Clippers de la historia, los que pasaron la primera ronda de playoffs en la 2005/06, lo cierto es que en la práctica casi ninguno de ellos entraton en la postemporada con la casaca roja, blanca y azul.
El jugador franquicia de aquel equipo era Lamar Odom. Probablemente el único que ha tenido una carrera decente a sus espaldas, pese a quizás nunca llegar a ser el jugador determinante que se esperaba. Entonces, el de Queens estaba en su segundo año y promedió unos excelentes 17 puntos, cinco asistencias y casi ocho rebotes por noche, siendo estos sus mejores números como integrante del hermano pobre de LA. Al final decidió cambiar de costa en 2003 donde se asociaría con un novato Wade para llevar a los Heat a playoffs. Su última etapa le ha llevado de vuela a Los Ángeles, aunque esta vez a su lado más glamouroso, el lugar donde se ha asentado como revulsivo de calidad siendo determinante, aunque no esencial, en el anillo de este año.
Junto a él, un compañero de promoción, Corey Maggette, empezaba a dar muestras de sus credenciales como jugador. Fue el único que hizo carrera vestido de rojo estableciéndose como la gran amenaza exterior de los Clips. El alero aterrizó en California tras su campaña rookie en Orlando y aunque sólo promedió algo más de 10 puntos por noche, lo cierto es que daba la sensación de que en cualquier momento podía explotar. Un vendaval que tardó en irse, pero que tras la enésima reconstrucción acabó en los Warriors con una desigual aceptación por parte del público de Oakland.
Pero el terremoto definitivo lo provocaron la irrupción de Quentin Ricardson y Darius Miles, dos novatos prometedores que provenían de la zona de Chicago y actuaban como colegas dentro de la pista. Puro sabor a basket callejero que encajó muy bien en el vestuario angelino -no hay que olvidar que de todos los citados hasta ahora ninguno superaba en aquella época los 22 años-. Miles llegó directamente del instituto para ser la tercera elección del draft. Tildado como el nuevo Kevin Garnett, por su precocidad, el escolta nunca llegó a explotar, pareciéndose sólo a The Big Ticket en lo abultado de sus contratos. Aún así, cabe reseñar que su primer año fue especialmente prometedor. Finalmente una lesión de espalda, de la que se ha recuperado, le hizo casi colgar las botas en Portland, donde había firmado un supercontrato, aunque el año pasado consiguió volver en los Grizzlies, que no han querido contar con él para este año.
Richardson, por su parte, terminó forjándose como un especialista desde la línea de tres. Abandonó LA -como todos- camino a Phoenix, donde se convirtió en el cañonero de Steve Nash durante un par de temporadas. Sin embargo, finalmente fue a recaer a los New York Knicks, donde practicó el deporte principal de aquel vestuario: dejarse llevar. Este verano fue noticia por verse involucrado en cuatro traspasos diferentes. Unos movimientos que, de momento, le han dejado como nuevo jugador de los Heat.
Junto a estos cuatro puntales, la franquicia también integró ese año a Keyon Dooling, que llegó en la operación de Maggette. El base ha establecido una sólida carrera como jugador de rotación, pero nunca ha destacado sobre el resto. El equipo de jóvenes lo redondeaba el infame Michael Olowokandi, número uno del draft de 1998 y uno de los mayores blufs de la histori de la NBA.
Un conjunto que consiguió 31 victorias y 51 derrotas. Un balance bastante alejado de la postemporada pero que no resultó óbice para poner a los Clippers en el mapa. Por fin, la franquicia maldita comenzó a ver la luz y consiguió que el público se enganchara a su -efímero- espectáculo.
4 comentarios:
Eran un equipo que a lo poco que el entrenador y ellos mismos se autoconvenciesen de sus posibilidades y asentasen un poco la cabeza podrían haber llegado muy lejos.
Por ahí andaban también Andre Miller y Elton Brand no? o llegaron más tarde?
Saludos!
Mucha juventud. Recuerdo esas comparaciones de Odom como el nuevo Magic, por su dominio del balón. La ya comentada de Miles con Garnett. Levantó mucha expectación, y más portadas, pero no llegaron a buen puerto.
De ellos, tan sólo Odom ha demostrado su valía. El por qué, Juventud + Inexperiencia? Mucho ruido y pocas nueces?
No lo sabremos.
Gran artículo compañero, me encantan estos viajes al pasado.
Un saludo
@Bryan
Elton Brand llego al año siguiente y le quito el puesto de jugador franquicia a Odom. Miller si no me equivoco llego en el traspaso que envio a Darius Miles a Cleveland.
Estos dos jugadores si que crearon los 'grandes Clippers' (ponerle todas las comillas que se desee). Los que se metieron en PO y, ademas, pasaron de ronda.
@Juandi
Odomo ha demostrado su valia, pero entre lesiones, algunas sanciones y proyectos perdedores su carrera no ha tenido todo el lustro que podia haber tenido, desde luego.
Era un espectaculo este equipo. Tios jugones, que salian a jugar, dejaban cuatro detalles y a salir en las jugadas mas vistas.
De hecho, recuerdo unas palabras de su propietario que decia algo asi como, "si salimos en las mejores jugadas de la semana la gente nos conocera y venderemos mas".
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