lunes, 29 de marzo de 2010

Duke salva el honor de los números uno

Singler se abraza con su entrenador celebrando el paso a la Final Four. Foto: ESPN.com

Cuando en el pasado Selection Sunday la universidad de Duke fue elegida como cabeza de serie una fuerte polémica se desató por todo Estados Unidos. Lo cierto es que el proceso de designación siempre resulta polémico. La falta de unos criterios claros u objetivos para tildar qué equipos merecen qué lugar en los cuatro cuadros hacen que todas aquellas universidades que se sienten perjudicadas muestren su malestar. Se podría decir incluso que todo forma parte del juego. Sin embargo, las elecciones de Syracuse, número uno del país pese a no haber ganado el torneo de la Big East, Kansas o Kentucky parecían muy claras tras la temporada regular y sólo el nombramiento de los Blue Devils en una temporada en la que no habían destacado de sobremanera resultó sorpresiva.

Pero los pupilos del sempiterno entrenador Krzyzewski son los únicos que han sabido responder a las altas expectativas que siempre genera un seed one al colarse para disputar la próxima Final Four. Esta será la decimoquinta presencia de Duke en la parte final del torneo, afianzándose así como uno de los programas de baloncesto más prestigiosos del país. Todo un éxito para un equipo que el año pasado perdía en el draft a uno de sus máximos referentes, Gerald Henderson, y cuya estrella principal, Kyle Singler, ayer firmaba un terrible 0/10 en tiros de campos.

Y es que los Blue Devils de 2010 no son un equipo puramente Duke. Generalmente, el tiro exterior es uno de las señas de identidad del equipo de Coach K. Sin embargo, y pese a contar con buenos bombarderos como Jon Scheyer o Nolan Smith, los de Durham cuentan este año con un poderoso juego interior. Sin duda su parte más fuerte. Además de Singler, que actualmente se mueve más por fuera del arco, las figuras de Lance Thomas y Brian Zobuek han cobrado gran importancia en el juego ya no sólo por su capacidad para mover el balón sino, también, por su aptitud para el rebote ofensivo. No en vano, en la final de conferencia ante Baylor, Duke capturó 22 rechaces en el aro de los Bears. Más que en su propio aro. Una vía, la de la segunda oportunidad, que permitió salvar la mala racha de los tiradores.

Los Blue Devils tienen la opción de hacer historia en una temporada que se preveía como anterior a una más que predecible transición. Otro college histórico como los Spartans de Michigan State y dos inéditas: Butler y West Virginia, serán los últimos escollos.

martes, 23 de marzo de 2010

Los empollones también la saben meter

Los jugadores de Cornell celebran su paso al Sweet Sixteen. Foto: ESPN

La Ivy League es una de las divisiones de la NCAA más conocidas en el mundo entero. Su importancia trasciende ampliamente del ámbito deportivo y su marca es sinónimo de calidad e, incluso, excelencia en el ámbito académico. No en vano, en esta asociación se encuentran algunas de las universidades más prestigiosas del mundo. Aquellas en las que se forman las elites que, probablemente, dominarán el mundo del mañana.

Sin embargo, en el ámbito baloncestístico, la Liga de la Hiedra siempre ha sido sinónimo de debilidad. Generalmente, el cruce ante una de estas ocho universidades -Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Pennsylvania, Princeton y Yale- era celebrado por los seguidores del college rival como a aquel al que le sale el bonus en una máquina recreativa, sólo cabe ganar. Pero algo ha cambiado este año.

No en vano, los Big Red de Cornell son una de las sensaciones del campeonato al lograr alcanzar, contra todo pronóstico, el Sweet Sixteen. Esto es, estar entre los 16 mejores equipos del país, algo que no conseguía ningún equipo de la Ivy League desde 1979, cuando Pennsylvania alcanzó la Final Four. Una auténtica locura -de marzo-, más si tenemos en cuenta que es la primera vez que esta universidad ha conseguido pasar una ronda del torneo final, que sólo han disputado en cuatro ocasiones. No es de extrañar pues que este conjunto de jóvenes empollones sean una de las actuales sensaciones en Estados Unidos.

Cornell llegó al March Madness con el humilde objetivo de pasar una ronda. Tras proclamarse campeones de la Ivy League en las tres últimas ediciones, el de Cornell es un equipo conjuntado y experimentado. Así, la mayoría de sus jugadores se encuentran en su último año universitario. Una última oportunidad de jugar juntos que, sin duda, están alargando al máximo de sus posibilidades.

Con el lanzamiento de tres puntos -colega- como seña de identidad, los de Donahue han bombardeado ya a las defensas de Temple y Wisconsin, que pasaban por ser unas de las más férreas de EE.UU. A esta inmensa batería de ametralladoras -61% de acierto en tiros de campo en el partido frente a los Badgers- se une un Jeef Foote, un pívot de siete pies y una más que aceptable facilidad para doblar balones que convierte a los Big Red en una avalancha anotadora capaz de noquear a cualquier rival. La ilusión y la determinación de saberse capaces hace el resto en defensa.

La siguiente estación en el sueño de Cornell es Kentucky, número uno de la región y actual máximo favorito para hacerse con el título final. El equipo del posible próximo número uno del draft, John Wall. A priori un reto imposible, aunque ¿quién puede creer en los pronósticos o favoritismos a estas alturas de la película?

domingo, 21 de marzo de 2010

Los héores de Northern Iowa

Jordan Elgsder -de fondo- y Lucas O'Rear celebran una acción del partido. Foto: ESPN.com

La Locura de Marzo se denomina así por el gran número de partidos que se aglutinan en un espacio de dos semanas. Pero también por los resultados que en ella se dan, casi siempre fuera de todo pronóstico. La edición de este año está siendo prólifica en este sentido con la prematura eliminación de teóricos candidatos a participar en la Final Four de Indianapolis como: Gerogetown, Villanova, New Mexico y, sobre todo, Kansas, máxima favorita junto a Kentucky para hacerse con el campeonato.

Los Jayhawks se despidieron del torneo en la jornada de ayer tras ser derrotados por la modesta universidad de Northern Iowa en un partido que aglutinó todos los valores que hacen del March Madness un torneo especial (ver resumen). La clásica historia de la Cenicienta, que no por ser cien veces repetida deja de ser igual de emocionante que la primera vez que la observas. Y más si acaba con final feliz, que no suele ser lo normal.

Ver a un equipo altamente limitado pero alegre y combativo tutear a los números uno del país es siempre una alegría. Casta, coraje, pasión e ilusión reunidos en unos chavales que, probablemente, nunca se imaginaron en una situación así. El partido comenzó bien para los Panthers, que rápidamente consiguieron una renta de unos diez puntos ante unos Jayhawks que, pese a haber visto el descalabro de Villanova frente a St. Mary's, salieron con la caraja. Hasta ahí todo normal, el candidato impulsado por la ilusión inicial siempre suele salir más motivado que el favorito aunque de que se dé la vuelta al marcador suele ser, casi siempre, cuestión de minutos. Sin embargo, el tiempo pasaba y los de Iowa a base de intensidad, especialmente en el juego interior, iban noqueando poco a poco a un rival desdibujado que tardó demasiado a creerse que la posibilidad de volverse a casa en la segunda ronda era posible.

A partir de ahí, la épica. Los Jayhawks comenzaron a practicar una defensa presionante que puso en serias dificultades a los Panthers. Algo completamente normal si tenemos en cuenta la escasa calidad de la plantilla que entrena Ben Jackobson. Pero no importaba. Cada posesión era una demostración de ganas. Cada defensa, un clínic sobre intensidad. Las estrellas de Kansas se vieron en todo momento sobrepasadas por un vendaval repleto de emoción. El rigor táctico o la técnica depurada no tenían lugar. El peor enemigo de Northern Iowa eran ellos mismos, el vértigo de verse tan arriba. Un miedo que apareció en los instantes finales pero que el base senior, de nombre impronunciable, Ali Farokhmanesh se encargó de ahuyentar tras anotar un increíble triple en medio de un contraataque que dejó el partido casi sentenciado para los suyos.

Esta es la primera vez que los Panthers harán aparición en los Sweet Sixteen. Y lo han hecho por la puerta grande, apeando a uno de los programas de baloncesto más importantes de Estados Unidos. Hoy, los héroes de Northern Iowa son portada en todos los medios deportivos del país, sabedores de una gesta que tardará en repetirse. Sin estrellas, sin focos alumbrándoles las 24 horas del día, sin lujos ni estética. Pero con mucho corazón, encarnando los valores que se le presuponen al baloncesto universitario.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Joakim Noah, el pegamento de los Bulls

Noah tras robar un balón a Pierce durante los pasados Playoffs. Foto: ESPN.com

No es casualidad que la última victoria de los Chicago Bulls, instalados en una vergonzante racha de ocho derrotas consecutivas en estos momentos, data de la última vez que Joakim Noah pisó el parqué con la camiseta roja sangre puesta. Hizo ocho puntos y capturó 11 rebotes, números nada espectaculares al lado de los 33 que hizo Rose o los 23 que anotó Deng pero cercanos a sus medias de esta temporada, las cuales se sitúan en el doble-doble.

Esta circunstancia ejemplifica dos hechos. El primero, la importancia que el ex de la Universidad de Florida posee en el rendimiento colectivo de los Bulls. La segunda, la regularidad que Noah ha logrado en su tercera campaña entre los profesionales. Todo ello logrado a base de esfuerzo y sacrificio, sobreponiéndose a la multitud de contratiempos que su breve carrera ha sufrido. De estar prácticamente apartado del equipo en su año rookie por su enfrentamiento a Ben Wallace a ser uno de los pilares indiscutibles junto a Derrick Rose en el futuro del equipo de Illinois.

Hijo del tenista francés Yannick Noah y la modelo sueca Cécilia Rhode la vida de Joakim no se puede tildar de complicada. A diferencia de varias de las estrellas actuales, Noah nunca ha tenido la necesidad imperiosa de jugar por dinero, lo que, sin embargo, no le ha conducido a la autocomplacencia del club de se dejaba llevar -Chris Laettner represnt-. Es por ello que renunció a dar el salto a la NBA tras ganar el primer campeonato de la NCAA para los Gators, pese a que en aquel momento era una de las piezas más codiciadas tras haber sido el mejor jugador del equipo durante la Final Four. Noah prefirió continuar disfrutando de la vida en el college, junto a sus amigos con los que hizo historia al lograr el back-to-back en la siguiente temporada gracias a la explosión del ahora pívot de Atlanta, Al Hordford. Jugar por placer, por ser el mejor. Pura esencia baloncestística.

Su llegada a Chicago fue tan esperada como polémica. Con una evidente carencia en el juego interior, Noah llegó a los Bulls para aportar su tradicional intensidad a una rotación corta que sólo contaba con un Ben Wallace en claro declive y con Tyrus Thomas en el papel de eterna promesa como piezas de referencia. Sin embargo las cosas no fueron bien para él y su aclimatación al equipo no fue la esperada. Hasta tal punto que varias veces su nombre fue puesto en tela de juicio, objetivo de posibles intercambios.

Sin embargo, del fracaso de la temporada 2008-09 llegó Derrick Rose en forma de número uno del draft y con él la consciencia de que una nueva reconstrucción de la plantilla no sería catastrófico. Así, la limpia de los viejos valores le beneficiaron dándole la oportunidad de demostrar su valía desde la posición de center. Una demarcación para la que muchos creían que no estaba preparado por su falta de centímetros pero a la que se ha acoplado a base de garra. Como ejemplo de esta adaptación queda en la retina la jugada que Noah protagonizó en la tercera prórroga del sexto partido de la -histórica- serie entre Bulls y Celtics de la temporada pasada. El pívot robó el balón a Pierce en los instantes finales del partido y se fue directo a la canasta rival donde le propinó al 34 de los verdes un brutal mate in your face que supuso, además, su sexta personal. Una jugada redonda que retrata la evolución del francés.

El jugador que dijo que no le preocupaba su salto a la NBA porque afortunadamente tenía el frigorífico lleno sigue hambriento. Un apetito voraz que, sin duda, echan mucho de menos los Bulls.

martes, 9 de marzo de 2010

Lance Stephenson, rompiendo clichés

Stephenson en un torneo callejero. Foto: ESPN.com

Lance Stephenson es el penúltimo jugador nacido al amparo del siempre productivo asfalto del Rucker Park neoyorquino. Uno de esos jóvenes jugones de aroma callejero que, de vez en cuando, amenazan con irrumpir en el establishment del baloncesto mundial. Una historia que, en ocasiones, suena algo repetitiva en un mundo que fagocita nuevos valores de una forma veloz y voraz.

Born Ready, que es como se apodó a este jugador que lleva desde los 14 años compitiendo con los más grandes en los torneos veraniegos que se disputan en las calles de Nueva York, se formó en el baloncestístico Instituto Lincoln. Lugar de procedencia de jugadores como Stephon Marbury o Sebastian Telfair y que fue magistralemte retratado por Spike Lee en la película He got game -traducida aquí como 'Una mala jugada'-.

Con estos antecedentes, la adolescencia de Stephenson ha estado marcada por las luces de los focos. Los mismos que, por ejemplo, le alumbraron con sólo 17 años para ser portada de la revista Dime (leer). Esta prematura fama le ha hecho cometer una serie de errores extradeportivos que le han generado una cierta fama de díscolo y egoísta. Un caldo de cultivo común en casos precoces como el suyo y que hacía preveer un paso fugaz por el baloncesto universitario en busca del dinero existente en el mundo profesional. One and done, como ya hicieron otras estrellas de high school como OJ Mayo o Michael Beasley.

Su llegada a Cincinnati se puede calificar de accidental y, en cierto modo, sorprendente. Stepehnson fue el último recruit de los llamados importantes en elegir destino. Con el mercado confundido por el cambio de Calpiari de Memphis a Kentucky parecía que Born Ready se quedaba sin sitio en la NCAA. Además, algunos asuntos extradeportivos como un arresto por un presunto abuso sexual empañaban más -aún- su imagen. Por ello cuando el escolta se decidió por los Bearcats parecía una elección desesperada más que otra cosa. La última opción.

Sin embargo parece que Stephenson ha encontrado por fin su sitio. El jugador que llegó a tener problemas por su individualismo y afán anotador en sus años de instituto ha conseguido integrarse en un equipo famoso por su concepto colectivo del juego. Un perfil, en principio, contrario a su estereotipo. Lance, que es el máximo encestador histórico del estado de Nueva York -que no es moco de pavo precisamente- es también el freshman que más puntos ha anotado en la siempre competitiva Big East, aunque sus 12 puntos por encuentro parecen pocos para él.

No obstante, se muestra feliz con su decisión. Tanto que ha declarado que su intención es la de continuar un año más en la NCAA (leer), pese a estar físicamente preparado para la NBA. Con sus mejores cualidades intactas, esto es un físico prodigioso y un manejo de balón demoledor forjado a base de crossovers, Stephenson parece firme en seguir creciendo. El chico que nació listo parece dispuesto a esperar, lo cual le convierte en especial -de verdad-.

Actualización

Finalmente Stephenson ha cambiado de opinión y probará en la NBA (leer).

jueves, 4 de marzo de 2010

Mi rookie favorito

Curry supera a Baron Davis. Foto: csnbayarea.com

No es ningún secreto que, salvo catástrofe mayúscula, el premio al mejor debutante del año va a ir a manos de Tyreke Evans. Se trata de una temporada en la que, por diversos factores, la apuesta de los Kings no ha tenido mucha competencia. Su dominio entre los rookies ha sido incontestable al convertirse, quizás junto a Jennings -cuyo rendimiento no se puede calificar de fiable-, en el único que ha logrado impactar lo suficiente para que se le considere jugador franquicia de su equipo desde el mismo año de su aterrizaje en la liga.

Pero, aunque escasa, más allá del duelo Evans-Jennings -si es que alguna vez ha habido duelo- existe algo de vida en el panorama de los novatos. Con el número uno lesionado, el dos en la NBDL o el cinco en la ACB la situación no parece muy esperanzadora, es verdad, aunque una alegría llega a la NBA desde el número siete. La confirmación de que Stephen Curry puede rendir entre los mayores.

Pese a protagonizar alguna de las mayores exhibiciones individuales de la NCAA, la llegada del hijo del mítico Muñequita Linda Curry a la NBA no estuvo exenta de dudas. Su escasa talla o su procedencia, la pequeña universidad de Davidson donde él era la única referencia, fueron algunos de los argumentos esgrimidos en su contra. A éstos se les unió las voces críticas que desaconsejaban su aterrizaje en la bahía de Oakland, un equipo en el que podría explotar sus condiciones ofensivas pero en el que se dudaba de su capacidad de formar un buen tándem con otro comboguard undersized como él, Monta Ellis.

Sin embargo, cuando el ecuador de la temporada ya ha pasado, se podría decir que Curry es la única alegría de unos Warriors masacrados por las lesiones y que, un año más, volverán a ver los Playoffs desde la televisión. El pequeño novato se ha destapado en la NBA como un jugador completo. Mucho más que el monodimensional tirador que algunos quisieron ver en su etapa universitaria. A su voraz apetito anotador, el rookie ha mostrado una más que aceptable aptitud defensiva -contextualizada en un equipo como los actuales Warriors, eso sí- y, además, un cierta facilidad de asociación. No es un chupón, ni mucho menos. Le gusta tirar, obviamente, y ésta sigue siendo su mejor característica, pero el run & gun de Nelson le permite doblar el balón haciendo que promedie más de cinco asistencias por noche.

A base de clase, talento y ganas de trabajar Stephan Curry se ha abierto un hueco en la elite del baloncesto mundial, y lo ha hecho superando estúpidos prejuicios.

Enlaces relacionados:
How good is Stephan Curry?

martes, 2 de marzo de 2010

Las jóvenes pistolas de New Orleans

Collison ha sido nombrado mejor rookie de febrero en el Oeste. Foto: NBA.com/hornets

El devenir de los Hornets por la liga estos últimos años carece de un sentido lógico. Tras una fantástica temporada en la que fueron, sin duda, el equipo revelación de la liga, y que le valió a su técnico, Byron Scott -ya en el paro-, el galardón al mejor entrenador, el año pasado se desinflaron de manera inexplicable hasta caer en primera ronda sin ofrecer mucha resistencia a los Nuggets de Billups.

Es por ello que desde la gerencia de la franquicia quisieron reflotar el proyecto deportivo deshaciéndose de la pieza más prescindible del conjunto, el a la postre lesionado Chandler, por el siempre sólido, aunque algo estancado, Emeka Okafor. Un cambio significativo pero que no tuvo un peso real en el rendimiento de la plantilla de Louisiana.

Pese a contar con el que probablemente sea el mejor base de la liga en sus filas, Chris Paul, el equipo no terminaba de funcionar. CP3 parecía más obsesionado en aumentar sus promedios anotadores que en distribuir juego, quizás debido al poco rendimiento mostrado por sus segundas espadas, y los Hornets se dibujaban como un equipo no preparado para la postemporada. ¿De las semifinales de conferencia a ver los Playoffs por la tele? Sin duda una ruta extraña para un equipo fundamentado sobre dos jóvenes pilares como Paul y David West.

Por ello, cuando el base estrella cayó lesionado, el panorama pasó de gris oscuro a negro en la ciudad del Mardi Gras. Sólo en el momento en el que todo parece perdido los hombres son completamente libres, porque no tienen miedo a arriesgar en sus decisiones y, como muchas veces ocurre en esto del basket, de la desesperación colectiva ha nacido la única alegría que se van a poder llevar los aficionados de la ciudad del jazz esta temporada -baloncestísticamente hablando, claro, que alguno aún estará celebrando por las calles de New Orleans el triunfo de la Superbowl-.

Dos jóvenes rookies, dos guards inspirados y descarados han tomado la responsabilidad de guiar las riendas del equipo durante la ausencia del todopoderoso Paul. Darren Collison y Marcus Thornton han hecho del solar que parecían los Hornets su particular patio de colegio. Un sitio en el que pueden hacer y deshacer a su antojo. Soltarse y mostrar todo su juego.

En una generación de prestigiosos bases, Collison, el último producto de la factoría UCLA, lo que siempre es garantía de calidad, pasó algo desapercibido frente a otros jugadores más espectaculares y/o talentosos. Por ello, su desembarco en New Orleans no llamó mucho la atención. Sin embargo, la madurez demostrada a la hora de dar el paso adelante en la dirección del equipo le ha puesto en la vanguardia de una generación de novatos que ha refrendado las pocas expectativas que se tenía sobre ella.

Thornton, por su parte, llegó a la NBA con fama de jugador inconsistente. Un anotador voraz capaz de venirse abajo en cualquier fase del encuentro. Es por esto que su nombre no sonó hasta la segunda ronda, cuando los Heat le escogieron en la posición número 43. Este hecho le podría convertir en el autentico robo del draft -a DeJuan Blair ni lo cuento porque no me explico como cayó tan bajo cuando todo el mundo sabía que era muy bueno-.

La explosión de estos dos novatos ha conseguido que los Hornets sigan en la pelea por los Playoffs y llenan de esperanza el futuro de la franquicia aunque plantea una seria duda a su entrenador; ¿cómo darles continuidad cuando Paul, amo y señor de la franquicia, vuelva a la actividad?

lunes, 1 de marzo de 2010

Los Wizards activan el 'Plan B'

Blatche es la nueva esperanza de la capital

Que la Conferencia Este no es la panacea de la competitividad es una realidad que lleva afectando a la liga desde hace varios años. Este hecho hace que sean varios los equipos que se puedan plantear una incursión en postemporada al comienzo de la temporada regular sin que esta sea una mera quimera. Aunque, como es lógico, desde el comienzo hay equipos que, siempre sobre el papel, cuentan con más posibilidades que el resto; ya sea por calidad teórica de la plantilla, por aglutinar a un buen número de superestrellas o por rendimiento del bloque en años anteriores.

Este es el caso de los Washington Wizards, equipo que hasta hace dos temporadas acostumbraba a rivalizar de tú a tú frente a los poderosos Cavs del Rey James en la primera ronda de Playoffs. Un equipo alegre y vistoso fundamentado en tres pilares fundamentales aparentemente insustituibles: Arenas, Jamison y Butler. Un trío que colocó a la capital, esta vez bajo el nombre de Wizards, en el mapa baloncestístico tras más de dos décadas de fracasos deportivos -vuelta de Michael Jordan incluida-.

Sin embargo el éxito no llegó de la manera deseada. Tras una primera incursión en el torneo final en la que alcanzaron la segunda ronda, los siguientes tres años sólo pudieron morder el polvo frente a James y compañía en primera ronda, creando una de las rivalidades más encarnizadas de los últimos años y, según dicen las malas lenguas -odio esta expresión y no sé porque la uso-, algo de mal rollo en el vestuario capitalino.

No obstante, desde la dirección de la franquicia se decidió apostar por seguir confiando en su trío estelar y combinarlo con una serie de jóvenes jugadores que, a la larga, supondrían su válvula de escape. Tras el fiasco de este inicio de campaña y todo el problema surgido con el Agente Cero los Wizs decidieron romper la baraja y optaron por una reconstrucción brutal. Con sólo 30 millones comprometidos para la próxima temporada -de los que más de la mitad corresponden al contrato de Arenas- Washington es hoy en día un hervidero donde los más jóvenes tratan de mostrar su valía. Una jungla que, en contra de lo esperado, también está funcionando en lo colectivo.

Con el sorprendente liderazgo de Andray Blatche, desde el parón del Allstar Weekend promedia 26 puntos y casi 12 rebotes por noche, Washington ha ganado cuatro partidos y ha perdido tres. Un balance nada espectacular pero que no empeora, para nada, los registros obtenidos por las estrellas. Mismo rendimiento a menor coste, cuanto menos no parece una mala operación. Además, de no estancarse a lo Ramon Sessions, los Wizards han ganado un pívot para muchos años, que viendo el panorama no está nada mal.