No es casualidad que la última victoria de los Chicago Bulls, instalados en una vergonzante racha de ocho derrotas consecutivas en estos momentos, data de la última vez que Joakim Noah pisó el parqué con la camiseta roja sangre puesta. Hizo ocho puntos y capturó 11 rebotes, números nada espectaculares al lado de los 33 que hizo Rose o los 23 que anotó Deng pero cercanos a sus medias de esta temporada, las cuales se sitúan en el doble-doble.
Esta circunstancia ejemplifica dos hechos. El primero, la importancia que el ex de la Universidad de Florida posee en el rendimiento colectivo de los Bulls. La segunda, la regularidad que Noah ha logrado en su tercera campaña entre los profesionales. Todo ello logrado a base de esfuerzo y sacrificio, sobreponiéndose a la multitud de contratiempos que su breve carrera ha sufrido. De estar prácticamente apartado del equipo en su año rookie por su enfrentamiento a Ben Wallace a ser uno de los pilares indiscutibles junto a Derrick Rose en el futuro del equipo de Illinois.
Hijo del tenista francés Yannick Noah y la modelo sueca Cécilia Rhode la vida de Joakim no se puede tildar de complicada. A diferencia de varias de las estrellas actuales, Noah nunca ha tenido la necesidad imperiosa de jugar por dinero, lo que, sin embargo, no le ha conducido a la autocomplacencia del club de se dejaba llevar -Chris Laettner represnt-. Es por ello que renunció a dar el salto a la NBA tras ganar el primer campeonato de la NCAA para los Gators, pese a que en aquel momento era una de las piezas más codiciadas tras haber sido el mejor jugador del equipo durante la Final Four. Noah prefirió continuar disfrutando de la vida en el college, junto a sus amigos con los que hizo historia al lograr el back-to-back en la siguiente temporada gracias a la explosión del ahora pívot de Atlanta, Al Hordford. Jugar por placer, por ser el mejor. Pura esencia baloncestística.
Su llegada a Chicago fue tan esperada como polémica. Con una evidente carencia en el juego interior, Noah llegó a los Bulls para aportar su tradicional intensidad a una rotación corta que sólo contaba con un Ben Wallace en claro declive y con Tyrus Thomas en el papel de eterna promesa como piezas de referencia. Sin embargo las cosas no fueron bien para él y su aclimatación al equipo no fue la esperada. Hasta tal punto que varias veces su nombre fue puesto en tela de juicio, objetivo de posibles intercambios.
Sin embargo, del fracaso de la temporada 2008-09 llegó Derrick Rose en forma de número uno del draft y con él la consciencia de que una nueva reconstrucción de la plantilla no sería catastrófico. Así, la limpia de los viejos valores le beneficiaron dándole la oportunidad de demostrar su valía desde la posición de center. Una demarcación para la que muchos creían que no estaba preparado por su falta de centímetros pero a la que se ha acoplado a base de garra. Como ejemplo de esta adaptación queda en la retina la jugada que Noah protagonizó en la tercera prórroga del sexto partido de la -histórica- serie entre Bulls y Celtics de la temporada pasada. El pívot robó el balón a Pierce en los instantes finales del partido y se fue directo a la canasta rival donde le propinó al 34 de los verdes un brutal mate in your face que supuso, además, su sexta personal. Una jugada redonda que retrata la evolución del francés.
El jugador que dijo que no le preocupaba su salto a la NBA porque afortunadamente tenía el frigorífico lleno sigue hambriento. Un apetito voraz que, sin duda, echan mucho de menos los Bulls.
Esta circunstancia ejemplifica dos hechos. El primero, la importancia que el ex de la Universidad de Florida posee en el rendimiento colectivo de los Bulls. La segunda, la regularidad que Noah ha logrado en su tercera campaña entre los profesionales. Todo ello logrado a base de esfuerzo y sacrificio, sobreponiéndose a la multitud de contratiempos que su breve carrera ha sufrido. De estar prácticamente apartado del equipo en su año rookie por su enfrentamiento a Ben Wallace a ser uno de los pilares indiscutibles junto a Derrick Rose en el futuro del equipo de Illinois.
Hijo del tenista francés Yannick Noah y la modelo sueca Cécilia Rhode la vida de Joakim no se puede tildar de complicada. A diferencia de varias de las estrellas actuales, Noah nunca ha tenido la necesidad imperiosa de jugar por dinero, lo que, sin embargo, no le ha conducido a la autocomplacencia del club de se dejaba llevar -Chris Laettner represnt-. Es por ello que renunció a dar el salto a la NBA tras ganar el primer campeonato de la NCAA para los Gators, pese a que en aquel momento era una de las piezas más codiciadas tras haber sido el mejor jugador del equipo durante la Final Four. Noah prefirió continuar disfrutando de la vida en el college, junto a sus amigos con los que hizo historia al lograr el back-to-back en la siguiente temporada gracias a la explosión del ahora pívot de Atlanta, Al Hordford. Jugar por placer, por ser el mejor. Pura esencia baloncestística.
Su llegada a Chicago fue tan esperada como polémica. Con una evidente carencia en el juego interior, Noah llegó a los Bulls para aportar su tradicional intensidad a una rotación corta que sólo contaba con un Ben Wallace en claro declive y con Tyrus Thomas en el papel de eterna promesa como piezas de referencia. Sin embargo las cosas no fueron bien para él y su aclimatación al equipo no fue la esperada. Hasta tal punto que varias veces su nombre fue puesto en tela de juicio, objetivo de posibles intercambios.
Sin embargo, del fracaso de la temporada 2008-09 llegó Derrick Rose en forma de número uno del draft y con él la consciencia de que una nueva reconstrucción de la plantilla no sería catastrófico. Así, la limpia de los viejos valores le beneficiaron dándole la oportunidad de demostrar su valía desde la posición de center. Una demarcación para la que muchos creían que no estaba preparado por su falta de centímetros pero a la que se ha acoplado a base de garra. Como ejemplo de esta adaptación queda en la retina la jugada que Noah protagonizó en la tercera prórroga del sexto partido de la -histórica- serie entre Bulls y Celtics de la temporada pasada. El pívot robó el balón a Pierce en los instantes finales del partido y se fue directo a la canasta rival donde le propinó al 34 de los verdes un brutal mate in your face que supuso, además, su sexta personal. Una jugada redonda que retrata la evolución del francés.
El jugador que dijo que no le preocupaba su salto a la NBA porque afortunadamente tenía el frigorífico lleno sigue hambriento. Un apetito voraz que, sin duda, echan mucho de menos los Bulls.
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