El devenir de los Hornets por la liga estos últimos años carece de un sentido lógico. Tras una fantástica temporada en la que fueron, sin duda, el equipo revelación de la liga, y que le valió a su técnico, Byron Scott -ya en el paro-, el galardón al mejor entrenador, el año pasado se desinflaron de manera inexplicable hasta caer en primera ronda sin ofrecer mucha resistencia a los Nuggets de Billups.
Es por ello que desde la gerencia de la franquicia quisieron reflotar el proyecto deportivo deshaciéndose de la pieza más prescindible del conjunto, el a la postre lesionado Chandler, por el siempre sólido, aunque algo estancado, Emeka Okafor. Un cambio significativo pero que no tuvo un peso real en el rendimiento de la plantilla de Louisiana.
Pese a contar con el que probablemente sea el mejor base de la liga en sus filas, Chris Paul, el equipo no terminaba de funcionar. CP3 parecía más obsesionado en aumentar sus promedios anotadores que en distribuir juego, quizás debido al poco rendimiento mostrado por sus segundas espadas, y los Hornets se dibujaban como un equipo no preparado para la postemporada. ¿De las semifinales de conferencia a ver los Playoffs por la tele? Sin duda una ruta extraña para un equipo fundamentado sobre dos jóvenes pilares como Paul y David West.
Por ello, cuando el base estrella cayó lesionado, el panorama pasó de gris oscuro a negro en la ciudad del Mardi Gras. Sólo en el momento en el que todo parece perdido los hombres son completamente libres, porque no tienen miedo a arriesgar en sus decisiones y, como muchas veces ocurre en esto del basket, de la desesperación colectiva ha nacido la única alegría que se van a poder llevar los aficionados de la ciudad del jazz esta temporada -baloncestísticamente hablando, claro, que alguno aún estará celebrando por las calles de New Orleans el triunfo de la Superbowl-.
Dos jóvenes rookies, dos guards inspirados y descarados han tomado la responsabilidad de guiar las riendas del equipo durante la ausencia del todopoderoso Paul. Darren Collison y Marcus Thornton han hecho del solar que parecían los Hornets su particular patio de colegio. Un sitio en el que pueden hacer y deshacer a su antojo. Soltarse y mostrar todo su juego.
En una generación de prestigiosos bases, Collison, el último producto de la factoría UCLA, lo que siempre es garantía de calidad, pasó algo desapercibido frente a otros jugadores más espectaculares y/o talentosos. Por ello, su desembarco en New Orleans no llamó mucho la atención. Sin embargo, la madurez demostrada a la hora de dar el paso adelante en la dirección del equipo le ha puesto en la vanguardia de una generación de novatos que ha refrendado las pocas expectativas que se tenía sobre ella.
Thornton, por su parte, llegó a la NBA con fama de jugador inconsistente. Un anotador voraz capaz de venirse abajo en cualquier fase del encuentro. Es por esto que su nombre no sonó hasta la segunda ronda, cuando los Heat le escogieron en la posición número 43. Este hecho le podría convertir en el autentico robo del draft -a DeJuan Blair ni lo cuento porque no me explico como cayó tan bajo cuando todo el mundo sabía que era muy bueno-.
La explosión de estos dos novatos ha conseguido que los Hornets sigan en la pelea por los Playoffs y llenan de esperanza el futuro de la franquicia aunque plantea una seria duda a su entrenador; ¿cómo darles continuidad cuando Paul, amo y señor de la franquicia, vuelva a la actividad?
Es por ello que desde la gerencia de la franquicia quisieron reflotar el proyecto deportivo deshaciéndose de la pieza más prescindible del conjunto, el a la postre lesionado Chandler, por el siempre sólido, aunque algo estancado, Emeka Okafor. Un cambio significativo pero que no tuvo un peso real en el rendimiento de la plantilla de Louisiana.
Pese a contar con el que probablemente sea el mejor base de la liga en sus filas, Chris Paul, el equipo no terminaba de funcionar. CP3 parecía más obsesionado en aumentar sus promedios anotadores que en distribuir juego, quizás debido al poco rendimiento mostrado por sus segundas espadas, y los Hornets se dibujaban como un equipo no preparado para la postemporada. ¿De las semifinales de conferencia a ver los Playoffs por la tele? Sin duda una ruta extraña para un equipo fundamentado sobre dos jóvenes pilares como Paul y David West.
Por ello, cuando el base estrella cayó lesionado, el panorama pasó de gris oscuro a negro en la ciudad del Mardi Gras. Sólo en el momento en el que todo parece perdido los hombres son completamente libres, porque no tienen miedo a arriesgar en sus decisiones y, como muchas veces ocurre en esto del basket, de la desesperación colectiva ha nacido la única alegría que se van a poder llevar los aficionados de la ciudad del jazz esta temporada -baloncestísticamente hablando, claro, que alguno aún estará celebrando por las calles de New Orleans el triunfo de la Superbowl-.
Dos jóvenes rookies, dos guards inspirados y descarados han tomado la responsabilidad de guiar las riendas del equipo durante la ausencia del todopoderoso Paul. Darren Collison y Marcus Thornton han hecho del solar que parecían los Hornets su particular patio de colegio. Un sitio en el que pueden hacer y deshacer a su antojo. Soltarse y mostrar todo su juego.
En una generación de prestigiosos bases, Collison, el último producto de la factoría UCLA, lo que siempre es garantía de calidad, pasó algo desapercibido frente a otros jugadores más espectaculares y/o talentosos. Por ello, su desembarco en New Orleans no llamó mucho la atención. Sin embargo, la madurez demostrada a la hora de dar el paso adelante en la dirección del equipo le ha puesto en la vanguardia de una generación de novatos que ha refrendado las pocas expectativas que se tenía sobre ella.
Thornton, por su parte, llegó a la NBA con fama de jugador inconsistente. Un anotador voraz capaz de venirse abajo en cualquier fase del encuentro. Es por esto que su nombre no sonó hasta la segunda ronda, cuando los Heat le escogieron en la posición número 43. Este hecho le podría convertir en el autentico robo del draft -a DeJuan Blair ni lo cuento porque no me explico como cayó tan bajo cuando todo el mundo sabía que era muy bueno-.
La explosión de estos dos novatos ha conseguido que los Hornets sigan en la pelea por los Playoffs y llenan de esperanza el futuro de la franquicia aunque plantea una seria duda a su entrenador; ¿cómo darles continuidad cuando Paul, amo y señor de la franquicia, vuelva a la actividad?
1 comentario:
Dicen que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Pues en el equipo donde reina la mediocridad, estos jóvenes han recibido la confianza suficiente para emerger como líderes puntuales. Pero mucho me temo que será por poco tiempo, porque cuando Paul vuelva (y Collison se quede sin minutos), y llegue el draft (y los Hornets seleccionen un escolta), todo volverá a ser como antes. Espero por su bien que no sea así. Recuerdas el caso Ronald Murray? Pues eso.
Saludos
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