Pese a que esta dista mucho de poder darse por finalizada, el anillo supone, sin duda, un hito y casi el cierre de una etapa en la carrera de Pau Gasol en la NBA. El culmen de una ascensión al olimpo baloncestístico. Una carrera que, en cierto modo, ha materializado el que, durante muchas décadas, fue el sueño común de varias generaciones que crecieron -crecimos- flipando con esto del basket.
Y es que hace apenas diez años, y obviando de forma consciente la experiencia de Fernando Martín, jugar en la NBA parecía poco menos que una quimera imposible de realizar. Sin embargo la globalización y las necesidades de abrir el mercado comenzó a ofrecer a los jóvenes talentos europeos la oportunidad de participar en la considerada mejor liga del mundo. Oportunidad que, aquellos pioneros, no desaprovecharon.
Pau llegó a la NBA en una de estas primeras oleadas. Tras sorprender a propios y extraños en la Copa del Rey de Madrid el de Sant Boi decía dar un paso adelante presentándose al draft. Pese a que, entonces, aquello no era algo común. Enfrentándose, incluso, a la opinión del que por entonces era su técnico en el FC Barcelona, Aíto García Reneses. Pero Gasol tenía algo especial. Era un siete pies, algo escuchimizado quizás, con una envergadura y coordinación fuera de lo común. Lo que le llevó a ser elegido en el número tres del draft, haciendo historia al ser el europeo que más alto había sido seleccionado.
En la noche del draft los recién trasladados Memphis Grizzlies se hicieron con sus servicios tras mandar al que había sido su jugador franquicia, Abdur-Rahim, a Atlanta. Vida nueva, caras nuevas debieron pensar en la ciudad de Elvis que, además, reforzaron su equipo con el entonces base estelar Jason Williams. Un equipo en reconstrucción es siempre un buen lugar donde debutar y pronto Memphis tuvo un nuevo ídolo.
Desde este lado del Atlántico sólo se podía seguir su progresión con los ojos rezumando chiribitas. Un jugador formado aquí se codeaba poco a poco con los más grandes. Máxime cuando llegó a imponerse a Kevin Garnett en un mate casi-legendario. El chico de Sant Boi no sólo estaba en la casa sino que había llegado para hacerse con los mandos de ella. Y así llego el primer partido de rookies, el ROY, los partidos de más de 20 puntos, enfrentamientos ante Michael Jordan… Un primer año que demostraba que esto no era una nueva probatina más. Que estabamos ante el tío capaz de trasladar al plano de la realidad la materia que antes sólo se podía encontrar en el de los sueños.
Memphis creció al lado de Gasol y, por primera vez en su historia, llegó a clasificarse para los Playoffs. Con Pau como jugador franquicia. Una nominación para el All Star Game (ASG) y, al final, una estancación de su progreso. Pero un golpe de suerte, o un regalo de los de Tennessee, dio con Gasol en Los Angeles Lakers. Y, de paso, convertía a la histórica franquicia en candidata al anillo por primera vez tras la marcha de Shaq. Y todo esto gracias al desembarco de Pau en Hollywood.
El resto de la historia todavía está reciente. Final perdida contra los Celtics, críticas a su juego, motivación extra del de Sant Boi y una temporada histórica con su segunda nominación para el ASG rematada por la consecución del anillo. Pau ha demostrado que en su camino las barreras sólo están para ser saltadas y que, como dicen los americanos, su límite es el cielo.
Y es que hace apenas diez años, y obviando de forma consciente la experiencia de Fernando Martín, jugar en la NBA parecía poco menos que una quimera imposible de realizar. Sin embargo la globalización y las necesidades de abrir el mercado comenzó a ofrecer a los jóvenes talentos europeos la oportunidad de participar en la considerada mejor liga del mundo. Oportunidad que, aquellos pioneros, no desaprovecharon.
Pau llegó a la NBA en una de estas primeras oleadas. Tras sorprender a propios y extraños en la Copa del Rey de Madrid el de Sant Boi decía dar un paso adelante presentándose al draft. Pese a que, entonces, aquello no era algo común. Enfrentándose, incluso, a la opinión del que por entonces era su técnico en el FC Barcelona, Aíto García Reneses. Pero Gasol tenía algo especial. Era un siete pies, algo escuchimizado quizás, con una envergadura y coordinación fuera de lo común. Lo que le llevó a ser elegido en el número tres del draft, haciendo historia al ser el europeo que más alto había sido seleccionado.
En la noche del draft los recién trasladados Memphis Grizzlies se hicieron con sus servicios tras mandar al que había sido su jugador franquicia, Abdur-Rahim, a Atlanta. Vida nueva, caras nuevas debieron pensar en la ciudad de Elvis que, además, reforzaron su equipo con el entonces base estelar Jason Williams. Un equipo en reconstrucción es siempre un buen lugar donde debutar y pronto Memphis tuvo un nuevo ídolo.
Desde este lado del Atlántico sólo se podía seguir su progresión con los ojos rezumando chiribitas. Un jugador formado aquí se codeaba poco a poco con los más grandes. Máxime cuando llegó a imponerse a Kevin Garnett en un mate casi-legendario. El chico de Sant Boi no sólo estaba en la casa sino que había llegado para hacerse con los mandos de ella. Y así llego el primer partido de rookies, el ROY, los partidos de más de 20 puntos, enfrentamientos ante Michael Jordan… Un primer año que demostraba que esto no era una nueva probatina más. Que estabamos ante el tío capaz de trasladar al plano de la realidad la materia que antes sólo se podía encontrar en el de los sueños.
Memphis creció al lado de Gasol y, por primera vez en su historia, llegó a clasificarse para los Playoffs. Con Pau como jugador franquicia. Una nominación para el All Star Game (ASG) y, al final, una estancación de su progreso. Pero un golpe de suerte, o un regalo de los de Tennessee, dio con Gasol en Los Angeles Lakers. Y, de paso, convertía a la histórica franquicia en candidata al anillo por primera vez tras la marcha de Shaq. Y todo esto gracias al desembarco de Pau en Hollywood.
El resto de la historia todavía está reciente. Final perdida contra los Celtics, críticas a su juego, motivación extra del de Sant Boi y una temporada histórica con su segunda nominación para el ASG rematada por la consecución del anillo. Pau ha demostrado que en su camino las barreras sólo están para ser saltadas y que, como dicen los americanos, su límite es el cielo.
1 comentario:
Tienes razón en lo que dices.
Además, su ambición sin límites, su constancia y espíritu de superación, su inconformismo y su liderazgo hacen de él un auténtico gladiador moderno.
Saludos
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