Un año más, la de la Gran Manzana es la franquicia que más dinero deberá pagar en concepto de salario a su plantilla. Este hecho, que lleva camino de convertise en una tradición más en la NBA, no dejaría de ser anecdótico si los Knicks partieran como candidatos al anillo, algo que realmente se encuentra muy alejado de las quinielas iniciales.
Nueva York vuelve a aunar en su roste mucho talento baloncestístico, si, pero a priori juega las cartas indicadas para convertirse en la jaula de grillos de la liga. Mucho ego y poco sentido común.
El roster, como cúmulo de nombres, es probablemente uno de los mejores de la liga: Stephon Marbury, Zach Randolph, Jamal Crawford, Quentin Richardson, Eddy Curry, Nate Robinson, David Lee... El problema viene cuando las dos teóricas máximas estrellas, Marbury y Randolph, son igual de conocidas por su juego en la cancha como por sus polémicas fuera de ella. Además, a esto le sumamos que su entrenador, y general manager, Isiah Thomas ha protagonizado este verano un escándalo por acoso sexual que ha terminado pagando el dueno de los Knicks, James Dolan, tenemos una estructura, desde los despachos hasta la pista, que otorga poca fiabilidad.
Aunque entre tanta locura igual hasta salen las cosas bien, vaya usted a saber. David Lee y Nate Robinson parecen un buen lugar donde depositar esperanza. Su progresión es indudable y mientras el diminuto base ha sido uno de los mejores en pretemporada, MVP en Las Vegas incluido, el 42 se va afianzando poco a poco en la rotación como un jugador duro y rocoso.
De consolidarse la pareja Curry-Randolph, problemas extradeportivos aparte, los Knicks conseguirían una de las mayores amenzas interiores de la liga.
Todo lo que no sea estar en post-temporada será un fracaso y alguien deberá empezar a pagar la mala imagen que posee una de las franquicias más míticas de la NBA.
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